LA TELENOVELA, UNA FÓMULA QUE NO SE AGOTA JAMÁS
MEXICO, 28 Diciembre 2008, (AP).- Durante medio siglo mujeres de todas las edades, e incluso más hombres de los que se atreven a admitirlo, siguen con pasión telenovelas cuya trama suele desarrollarse en torno a una chica pobre que sufre hasta lograr vivir el amor a plenitud.
Es cierto que no todos los dramáticos tratan de lo mismo, pero la verdad es que la fórmula básica ha variado muy poco en 50 años, mientras que en el mundo real cada vez son más palpables los cambios políticos de envergadura, el inicio y el final de nuevas guerras y el aumento entre las mujeres que adquieren cada vez mayores puestos de poder.
Este género televisivo, cuyo formato ha empezado a inmiscuirse en las pantallas estadounidenses, nació en Cuba en 1950 a consecuencia del éxito alcanzado por las radionovelas. Países de todo el continente copiaron el concepto, adaptándolo a sus propias realidades y compitiendo entre sí.
El resultado fue tan poderoso que en poco tiempo convirtió a miles de mujeres, principalmente a las amas de casa, en adictas que a través de una pequeña caja transmisora veían sufrir a todo tipo de personajes porque el destino se había ensañado contra ellos para que se desviaran de su objetivo: amarse sin restricciones.
"En Latinoamérica somos muy melodramáticos, se trata de tener mucha fe, creer en esta existencia del bien y del mal, esta visión de la realidad fragmentada en dos: buenos-malos, ricos-pobres, hombres-mujeres", dijo a la AP el estudioso mexicano del fenómeno de las telenovelas y crítico de televisión Álvaro Cuevas.
Orlando Merino, escritor de telenovelas como "Amarte es mi pecado", ha dicho que "el melodrama tiene personajes simples, buenos o malos... son las reglas del género, y cuando se intenta romper estereotipos, el público lo rechaza".
"Una telenovela le da a la gente sueños, drama y romanticismo", ha dicho por su parte la analista de medios y escritora Guadalupe Loaeza en el libro "50 años de la telenovela en México". En México, reconocido líder en el mundo de las telenovelas, este género cumplió 50 años en el 2008. Debutó en 1958, con "Senda prohibida".
Pero no sólo se trata de un producto hecho para conmover. Las televisoras también vieron la oportunidad perfecta para vender productos a una audiencia cautiva y no era raro que determinadas marcas, en especial detergentes o artículos del hogar, auspiciaran las transmisiones.
Ese concepto ha evolucionado y ahora los anuncios de marcas se integran en la trama y es posible ver un diálogo entre personajes comentando sobre los buenos precios de ciertos zapatos mientras los miran en un catálogo de verdad.
Además, los melodramas son el producto perfecto para ejecutivos y programadores cuya principal pesadilla es tratar de llenar horas continuas en la pantalla.
"Con 300 capítulos de una hora que te da una novela los programadores se despreocupan durante meses de ese horario... Por el contrario, si vas a programar con películas, partidos de fútbol, te la tienes que pasar vendiendo, vendiendo, vendiendo, ajustando horarios y programando", señaló Cuevas.
Para muchos actores, las telenovelas son la primera prueba de fuego antes de convertirse en estrellas del cine o la música, como ocurrió con los mexicanos Diego Luna, Gael García Bernal, Salma Hayek o Thalía, los venezolanos María Conchita Alonso y José Luis Rodríguez, el colombiano Carlos Vives y la brasileña Sonia Braga.
Todo esto ha permitido la creación y consolidación de una industria que genera decenas de millones de dólares en venta de licencias y derechos de transmisión y que emplea a miles de personas, entre carpinteros, electricistas, decoradores, maquillistas, diseñadores de vestuario, actores, camarógrafos y asistentes.
El poder de seducción de las novelas es tan amplio que se ha extendido a países ajenos a la cultura latina. En Rusia o Alemania, y hasta en medio de guerras en países balcánicos o en el Medio Oriente se han establecido pequeñas treguas diarias para ver títulos como "La esclava Isaura" o "María Mercedes".
El grupo Televisa firmó este año un contrato para adaptar su versión de "Betty la fea" en China. Bajo el título de "La fea sin rival", la serie ha tenido una audiencia de hasta 242 millones de personas en un negocio que requirió una inversión de 20 millones de dólares.
Para el catedrático puertorriqueño experto en televisión José Rivera "lo que llama la atención es la estructura melodramática para atender problemas que, aunque diferentes en sus interpretaciones, son comunes al globo: pobreza, abuso, desigualdad, amor, odio y venganza", entre otros.
"El elemento del exotismo de sus protagonistas, costumbres y paisajes, para otras culturas, es un componente que no se debe pasar por alto", indicó.
Con tantos adelantos tecnológicos no es difícil imaginar que el envío de novelas a otros continentes ocurra, pero Cuevas destaca que llegar a esas latitudes en épocas en las que no había fibra óptica, satélites y otros avances, constituyó toda una "conquista cultural".
Pero ¿cómo con tan pocos cambios en su fórmula, siguen siendo un atrayente de masas?
Los expertos coinciden en que existen muchas razones. En términos de contenido funcionan porque "apelan a emociones muy básicas que tenemos todos los televidentes... y la puede entender la persona más ignorante, pobre, analfabeta o marginada de la sociedad y la puede entender la persona más culta, rica, encumbrada y poderosa", dijo Cuevas.
Si se comparan con las series, son mucho más fáciles de entender, los protagonistas no se salen de la historia y el televidente sabe que los buenos tendrán un final feliz y justo.
A juicio de Cuevas esa es una de las razones por las cuales las llamadas "soap operas" o novelas estadounidenses no funcionan en Latinoamérica.
"Una trama que nunca termine o que se extienda por años, sin garantizar el éxito y la felicidad del sufrido no tendrá futuro en nuestras pantallas", sentenció.
"Un punto vital de la telenovela es que hay que ver el final, donde la representación del sector oprimido alcanza el éxito frente al opresor, no a través de una revolución, sino mediante el ascenso a su nivel (poder), desde donde promete igualdad, respeto y consideración hacia los que estarán bajo sus órdenes", dijo Rivera.
Y como la religión católica es predominante en esta parte del mundo, se puede ver las novelas como una metáfora de la Pasión de Jesús, ese tortuoso camino previo a la crucifixión.
"Es similar a ver cómo Cristo cae y se levanta y en las novelas los personajes caen y se levantan, y así como Cristo alcanza la Gloria después de la crucifixión, los personajes alcanzan la Gloria a través de una boda católica", dijo Cuevas.
¿Y por qué perpetuar por medio de los melodramas conceptos de otro siglo, cuando en la vida real las mujeres ya son presidentas de países, organizan las fuerzas armadas o llevan con éxito diferentes tipos de empresas?
Olga Bustos, profesora de sicología y experta en temas de género en los medios de comunicación, ha explicado que en México y muchos países latinoamericanos aún se vive bajo una sociedad marcadamente patriarcal en la que el hombre tiene el poder sobre las decisiones del hogar, los negocios y la política.
Seguramente, mientras ese sistema continúe imperando en los países latinos, se seguirá viendo reflejado en las tramas.
Y mientras el ser humano requiera soñar despierto y escapar de la realidad, dijo Cuevas, las novelas tienen mucho futuro por delante.
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Es cierto que no todos los dramáticos tratan de lo mismo, pero la verdad es que la fórmula básica ha variado muy poco en 50 años, mientras que en el mundo real cada vez son más palpables los cambios políticos de envergadura, el inicio y el final de nuevas guerras y el aumento entre las mujeres que adquieren cada vez mayores puestos de poder.
Este género televisivo, cuyo formato ha empezado a inmiscuirse en las pantallas estadounidenses, nació en Cuba en 1950 a consecuencia del éxito alcanzado por las radionovelas. Países de todo el continente copiaron el concepto, adaptándolo a sus propias realidades y compitiendo entre sí.
El resultado fue tan poderoso que en poco tiempo convirtió a miles de mujeres, principalmente a las amas de casa, en adictas que a través de una pequeña caja transmisora veían sufrir a todo tipo de personajes porque el destino se había ensañado contra ellos para que se desviaran de su objetivo: amarse sin restricciones.
"En Latinoamérica somos muy melodramáticos, se trata de tener mucha fe, creer en esta existencia del bien y del mal, esta visión de la realidad fragmentada en dos: buenos-malos, ricos-pobres, hombres-mujeres", dijo a la AP el estudioso mexicano del fenómeno de las telenovelas y crítico de televisión Álvaro Cuevas.
Orlando Merino, escritor de telenovelas como "Amarte es mi pecado", ha dicho que "el melodrama tiene personajes simples, buenos o malos... son las reglas del género, y cuando se intenta romper estereotipos, el público lo rechaza".
"Una telenovela le da a la gente sueños, drama y romanticismo", ha dicho por su parte la analista de medios y escritora Guadalupe Loaeza en el libro "50 años de la telenovela en México". En México, reconocido líder en el mundo de las telenovelas, este género cumplió 50 años en el 2008. Debutó en 1958, con "Senda prohibida".
Pero no sólo se trata de un producto hecho para conmover. Las televisoras también vieron la oportunidad perfecta para vender productos a una audiencia cautiva y no era raro que determinadas marcas, en especial detergentes o artículos del hogar, auspiciaran las transmisiones.
Ese concepto ha evolucionado y ahora los anuncios de marcas se integran en la trama y es posible ver un diálogo entre personajes comentando sobre los buenos precios de ciertos zapatos mientras los miran en un catálogo de verdad.
Además, los melodramas son el producto perfecto para ejecutivos y programadores cuya principal pesadilla es tratar de llenar horas continuas en la pantalla.
"Con 300 capítulos de una hora que te da una novela los programadores se despreocupan durante meses de ese horario... Por el contrario, si vas a programar con películas, partidos de fútbol, te la tienes que pasar vendiendo, vendiendo, vendiendo, ajustando horarios y programando", señaló Cuevas.
Para muchos actores, las telenovelas son la primera prueba de fuego antes de convertirse en estrellas del cine o la música, como ocurrió con los mexicanos Diego Luna, Gael García Bernal, Salma Hayek o Thalía, los venezolanos María Conchita Alonso y José Luis Rodríguez, el colombiano Carlos Vives y la brasileña Sonia Braga.
Todo esto ha permitido la creación y consolidación de una industria que genera decenas de millones de dólares en venta de licencias y derechos de transmisión y que emplea a miles de personas, entre carpinteros, electricistas, decoradores, maquillistas, diseñadores de vestuario, actores, camarógrafos y asistentes.
El poder de seducción de las novelas es tan amplio que se ha extendido a países ajenos a la cultura latina. En Rusia o Alemania, y hasta en medio de guerras en países balcánicos o en el Medio Oriente se han establecido pequeñas treguas diarias para ver títulos como "La esclava Isaura" o "María Mercedes".
El grupo Televisa firmó este año un contrato para adaptar su versión de "Betty la fea" en China. Bajo el título de "La fea sin rival", la serie ha tenido una audiencia de hasta 242 millones de personas en un negocio que requirió una inversión de 20 millones de dólares.
Para el catedrático puertorriqueño experto en televisión José Rivera "lo que llama la atención es la estructura melodramática para atender problemas que, aunque diferentes en sus interpretaciones, son comunes al globo: pobreza, abuso, desigualdad, amor, odio y venganza", entre otros.
"El elemento del exotismo de sus protagonistas, costumbres y paisajes, para otras culturas, es un componente que no se debe pasar por alto", indicó.
Con tantos adelantos tecnológicos no es difícil imaginar que el envío de novelas a otros continentes ocurra, pero Cuevas destaca que llegar a esas latitudes en épocas en las que no había fibra óptica, satélites y otros avances, constituyó toda una "conquista cultural".
Pero ¿cómo con tan pocos cambios en su fórmula, siguen siendo un atrayente de masas?
Los expertos coinciden en que existen muchas razones. En términos de contenido funcionan porque "apelan a emociones muy básicas que tenemos todos los televidentes... y la puede entender la persona más ignorante, pobre, analfabeta o marginada de la sociedad y la puede entender la persona más culta, rica, encumbrada y poderosa", dijo Cuevas.
Si se comparan con las series, son mucho más fáciles de entender, los protagonistas no se salen de la historia y el televidente sabe que los buenos tendrán un final feliz y justo.
A juicio de Cuevas esa es una de las razones por las cuales las llamadas "soap operas" o novelas estadounidenses no funcionan en Latinoamérica.
"Una trama que nunca termine o que se extienda por años, sin garantizar el éxito y la felicidad del sufrido no tendrá futuro en nuestras pantallas", sentenció.
"Un punto vital de la telenovela es que hay que ver el final, donde la representación del sector oprimido alcanza el éxito frente al opresor, no a través de una revolución, sino mediante el ascenso a su nivel (poder), desde donde promete igualdad, respeto y consideración hacia los que estarán bajo sus órdenes", dijo Rivera.
Y como la religión católica es predominante en esta parte del mundo, se puede ver las novelas como una metáfora de la Pasión de Jesús, ese tortuoso camino previo a la crucifixión.
"Es similar a ver cómo Cristo cae y se levanta y en las novelas los personajes caen y se levantan, y así como Cristo alcanza la Gloria después de la crucifixión, los personajes alcanzan la Gloria a través de una boda católica", dijo Cuevas.
¿Y por qué perpetuar por medio de los melodramas conceptos de otro siglo, cuando en la vida real las mujeres ya son presidentas de países, organizan las fuerzas armadas o llevan con éxito diferentes tipos de empresas?
Olga Bustos, profesora de sicología y experta en temas de género en los medios de comunicación, ha explicado que en México y muchos países latinoamericanos aún se vive bajo una sociedad marcadamente patriarcal en la que el hombre tiene el poder sobre las decisiones del hogar, los negocios y la política.
Seguramente, mientras ese sistema continúe imperando en los países latinos, se seguirá viendo reflejado en las tramas.
Y mientras el ser humano requiera soñar despierto y escapar de la realidad, dijo Cuevas, las novelas tienen mucho futuro por delante.
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