"De vuelta al barrio": el éxito de las historias domésticas

"De vuelta al barrio" tuvo sus adeptos. Una historia que forma parte de un género tan repetitivo que nunca tiene pierde. Uno podía ver cualquier capítulo y rápidamente se enganchaba. Una trama con los mismos lineamientos extraídos del barrio familiar. Tuvo una diferencia sustancial que terminó por la llegada de la pandemia. 

Lima, 24 Diciembre 2021, (El Informante Perú).- Concluyó "De vuelta al barrio" una trama tan casera y doméstica que tuvo una particularidad que la diferenció de las demás, el narrar una historia situada en el pasado con todo lo que ello conllevaba. Tuvo cuatro temporadas y muchos seguidores en su haber

 La historia

Pedro Bravo más conocido en su barrio como “Pichón” (Paul Martin) es un padre de familia viudo quien siempre recuerda con agrado los momentos felices que pasó con su esposa fallecida (Milene Vázquez). Con ella tuvo cuatro hijos. Por otro lado, Malena Ugarte (Mónica Sánchez), luego que su padre Maximiliano falleciera (Gustavo Mc Lennan), regresa al barrio de su infancia con sus cuatro hijos. Ella siempre tiene presente su adolescencia y el romance fallido que tuvo con Pichón, decidió abandonarlo por engaños de su padre quién no estaba de acuerdo con la boda de su hija. Luego de 25 años vuelven a reencontrarse.

Comedias de siempre

Sin duda, está más que cantado que las telecomedias domésticas son las que más logran conectarse con el público por muchos motivos; historias cotidianas, el barrio como escenario principal, los chismes y entretelones entre cada vecino y, por supuesto, los muchos romances que se originan alrededor de la trama.

Al fondo hay sitio (que volverá el 2022) es la trama más exitosa de un formato que tuvo a Mil oficios, Así es la vida, Los Vílchez, Yo no me llamo Natacha, hasta llegar a Junta de Vecinos (a estas alturas, parece  una continuación de Los Vílchez), entre las tantas producciones que no tienen pierde. Lejano es la época de producciones sesenteras como “Bar Cristal”, una de las primeras producciones nacionales que en el Perú siempre mantuvieron a muchas generaciones el estar pegados en sus televisores, sin contar cuando Enzo Viena con "Nino" (Panamericana. 1973) nos enseñó que en "las cosas simples de la vida" está la clave para el éxito seguro.

Por eso historias de este tipo inundan nuestras pantallas. América Televisión por muchos motivos (un canal de antena caliente y por acaparar a los productores más consumidores de ese tipo de productos), ha llevado la batuta “del éxito”. Latina quiso hacer lo propio sin la sintonía deseada, ATV ni lo toma en cuenta para no generar pérdidas y Panamericana, huérfana de esta clase de producciones, hoy luce más congelada que de costumbre.  Con estas historias no hay pierde, no importa que el argumento central siga siendo el mismo, lo que vale es que con un poco de “entretenimiento” la historia generalmente irá por buen camino.

Sin embargo, De vuelta al barrio, tuvo un aporte que la diferenciaba del resto, una trama que nos devolvería a los años setenta, (cambios de ropa, música, costumbres), esos, detalles que no pasarían desapercibidos. Todo lo contrario, más si el romance central ingresaba como tema de fondo en medio de esa efervescencia por el ayer.

A través de esta historia (con sus altas y bajas) volvimos a encontrarnos con la nostalgia por el ayer, los discos en acetato, los autos del pasado, el vivir en plena dictadura militar y, sobre todo, las canciones clásicas de aquellos años. La historia, en sus inicios, se centra en el origen de la división entre dos familias (Los Bravo y los Ugarte), Malena y Pichón, un amor no cristalizado. La vuelta de ella al barrio que la vio nacer era el inicio para una historia que tuvo a Pedrito (Samuel Sunderland) como su narrador. Pronto los problemas domésticos, insoportables subtramas románticas, algunos excesos chillones, (gags conocidos) terminaron por imponerse.

Había una historia paralela que contribuía a equilibrar la comedia con el drama, el gran secreto de don Benigno (Adolfo Chuiman), lamentablemente fue rápidamente develado y hasta tratado tan jocosamente que terminó por quedar en el olvido. Pronto, la historia se centró en Luis Felipe Sandoval (Diego Bertie en buena actuación) quien con sus maldades, es cierto algo bobaliconas, pero tan comunes en este tipo de contenidos, terminaron por convertir a la serie en un folletín de risas y tropezones, con que mantener audiencia. A ello se unían doña Amanda (Teddy Guzmán) y doña Consuelo (Yvonne Frayssinet) quienes nos mantenían entretenidos gracias a sus disparatados dimes y diretes.

Los romances juveniles 

Desde el arranque, Gigio Aranda admitió que la serie estaba inspirada en "The Wonder Years" (Los años maravillosos) de Neal Marlens y Carol Black. No escondía nada, los actores juveniles tenían las características y perfiles de aquel maravilloso grupo estudiantil que tanto encantó a jóvenes y adultos.

El romance central estaba a cargo de Pedrito (Samuel Sunderland) y Lily (Merly Morello, obviamente con cierto parecido a la Winnie Cooper de la serie norteamericana). Ninguno de los actores adolescentes lograron superar a los niños y jovencitos que promueve Del Barrio Producciones en sus telenovelas. El guión y alguna que otra toma destacada permitieron a estos muchachos endulzarnos con sus momentos vividos. Ello unido a la simpática caracterización de "Fideito" (Daniel Menacho) más por sus diálogos que por una caracterización personal. Tal vez Franco Pennano como Percy tenía una mayor proyección por la imagen que proyectaba que por una actuación decorosa, pero nada más.

Entre "problemas caseros" y chistes "atractivos" la serie seguía su curso manteniendo una buena cantidad de seguidores. Llegó la pandemia y todo cambió. Por causas propias originadas por el mismo problema sanitario. Un día, Pedrito fue el personaje con el que gira el cambio de década a otra. Quedó de lado los setenta y el nuevo siglo llegaba al barrio.

Con ello, la trama se volvió redundante; los romances se cristalizaban, luego se desunían, se escuchaban chistes bobos (algunos sin sentido) y unos personajes planos y poco atractivos (Chicho, Tato o la propia Maricucha por citar algunos ejemplos).

Claro, la serie también contenía momentos logrados como el momento en que Fideíto logra salir airoso del enfrentamiento con Chicho (Yaco Eskenazi) quien se burlaba de él por su físico. El muchacho mirándole fijamente demuestra a su burlón oponente que no le tenía miedo pese a llevar “las de perder”. El demostrarle que es fuerte más no valiente elevó aún más a Fideíto hasta ganarse la simpatía de muchos. Son los prototipos creados por los libretistas unido a la simpatía que le imprime el actor a su caracterización lo que logran que el personaje sea atractivo o no al televidente.

Otro momento logrado, ocurrió en la tercera temporada, cuando Amanda intenta vengarse de Consuelo y presenta a un supuesto hijo de Benigno, justo en su aniversario de bodas, resultando nada menos que Rodolfo Rojas (Juan Francisco Escobar), nada menos que el Peter McKay de “Al fondo hay sitio”. Paralelamente la escena muestra un regreso al futuro donde se observa a Peter comentando a Francesca esa anécdota de su vida. Una escena que agradó acaso dando un aviso previo sobre la vuelta de la popular serie como así ha ocurrido.

Incluso los capítulos finales captaron una mayor atención. Aprovechando la expectativa que causaba el próximo estreno de “Spiderman” los libretistas aprovecharon el multiverso de las historias de la Marvel, para recrear una curiosa parodia tratando de crear interés. Los libretistas lo lograron, era divertido ver a los tres "Julios" juntos dando un inesperado giro en las vidas de los personajes.

Sin duda, Diego Bertie fue el mejor del elenco, sus caracterizaciones, pintorescas e impostadas, logran el efecto deseado gracias al talento del actor, tan experimentado en este tipo de roles. Además su unión con Cristina (Claudia Berninzon) no resultaba para nada forzado, todo lo contrario agradaba, gracias al complemento de ambos actores incluso moderaban algunos excesos chillones, un claro efectismo tan propio dentro de este tipo de libretos. Mención aparte merece la unión de experimentados actores que cuentan con varias producciones parecidas en su haber. Por cierto, uno veía el romance ficticio entre Mónica Sánchez y Paul Martin y terminaba atrapado por sus secuencias (pese a algunas exageradas posturas). Son actores de primer nivel que siempre terminan apoderándose de sus personajes.

La cuarta temporada de la serie anticipaba el inicio a los ochenta, la pandemia cerró toda posibilidad. El canal suspendió la serie, al regreso todo fue distinto, se emitieron los 15 capítulos que tenían grabados, hasta esos momentos. Hasta que Pedrito de adulto (voz de Toño Vega) cierra el pasado y nos envía al dos mil.  Aparentemente era lo más adecuado, la pandemia destruyó la fantasía y la actualidad se refleja en la trama (el bono, el virus, la realidad política), Los romances se sentían forzados, alargando el amorío hasta volverlo insoportable con momentos tan disimiles que terminaban por hastiar todo romance bobalicón. Las parodias más causaban ridículo que agrado (insoportable la referencia a Locomia).

Pese a todo, el final de la serie causó expectativa gracias al multiverso agregado y las reapariciones de algunos personajes que cerraban “con broche de oro” a sus personajes (Felicitas, Alex o Charlie).

Aunque el rumbo de la serie no era el mismo de sus inicios, la serie salía adelante gracias a esa esencia cotidiana entre romances, chismes, entretelones familiares y excesos caseros tan propios de la vida misma, lo cual no quiere decir que esté exenta de cierta irregularidad en un libreto que, por pandemia o no, nunca fue el mismo al cambiar el tiempo y devolvernos a una realidad actual que la vivimos diariamente lo cual no trae nada de novedoso más si repetitivo.  



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