“PIDE UN MILAGRO”: LEJANO ACERCAMIENTO AL MES MORADO
Lima, 14 Noviembre 2006, Por: Richard Manrique Torralva / El Informante.- Va llegando a su final la nueva producción de Michelle Alexander que intenta mantener el liderazgo dejado por otras producciones por la supremacía del horario estelar de las nueve de la noche.
Es así que tenemos “Pide un milagro”, una historia que tiene como referencia el aspecto religioso del pueblo peruano hacia nuestro Cristo Morado. Aquí el referente principal es la devoción y la fe que embarga a los inquilinos de un barrio popular limeño, cada uno con sus propios problemas, sin embargo mediante el rezo y el amor a nuestro Cristo de Pachacamilla, verán realidad sus ruegos y suplicas y todo gracias a "ese milagro" que nos ofrece nuestro Santo Moreno.
La historia escrita por Eduardo Adrianzén se centra en la vida de un hombre que busca su redención y en la repercusión que su actuar ejerce en las personas que lo rodean.
Dimas (Rafael Santa Cruz) es un ex presidiario que luego de veinte años sale de nuevo a las calles en busca de su sobrevivencia sin imaginar que su familia, ni la sociedad querrán volver a aceptarlo. Un robo que tratará de perpetrar lo llevará a conocer la gracia del Cristo Moreno y, por la fe, su vida dará un nuevo giro. En su afán de buscar a su hermana (Tatiana Espinosa) conocerá de casualidad al pequeño Josué (Johan Mendoza) quien luego de muchos entretelones, con su cariño y amistad, se ganará el amor del que se convertirá después en su padre putativo.
Pues bien estamos ante "la versión religiosa" de “Camote” y “Paquete” (los personajes de la anterior miniserie llamada “Camino a casa”) y al igual que la anterior producción el peso de la historia lo tiene el pequeño Johan Mendoza destacado como toda “una celebridad”, pero al que sería bueno darle una clase más de actuación y dicción, porque el niño si bien derrocha simpatía no convence del todo.
Adrianzén nos entrega una historia de gente común y corriente que vive en cualquier zona del Centro de Lima, con esa costumbre tan innata en “los barruntos limeños” donde las vecinas conflictivas, el chismorreo popular, el tráfico de drogas, el desenfreno juvenil, son entre otras, las características más comunes de los barrios populares. Sin embargo Adrianzén no convence en sus primeros capítulos al entregarnos una historia demasiado alargada, más como para una telenovela que para una serie de veinte o treinta capítulos. La historia no profundiza de arranque en la trama principal sino se dedica a mostrar las características de cada una de las familias del barrio, lo que la hace pesada y hasta tediosa.
Para colmo Adrianzén nos ofrece una versión peruana de “Los miserables” de Víctor Hugo, con el que permite que Dimas conozca la gracia del Cristo Moreno. Sin embargo su escena de arrepentimiento con el padre Edmundo (Fernando Farrés) es de lo más simplista. Y no llega siquiera, a compararse un poco, con esa fuerza literaria que posee el Jean Valjean de Víctor Hugo.
Conforme transcurren los capítulos el público ya adivina el desenlace de cada personaje, que son utilizados una y otra vez en producciones de este tipo. Recordamos una serie llamada “Mi Barrio” estelarizada por Jorge Montoro y que seguramente casi nadie recuerda pues fue sacada a los tres o cuatro capítulos de emitido, por Panamericana Televisión, debido a su bajo rating. Pues bien desde aquella época de los setenta ya se hacían argumentos de ese tipo y que seguramente también se han utilizado en nuestra época dorada, allá por los sesenta. Así que nada nuevo nos ha traído esta producción, ya que por años, los temas de “barrio” se resumen en dos líneas puntuales: tragedia y felicidad. Y para ello hay que conjugar bien las historias, que aporten interés y hasta un poco de lágrimas, pues los temas religiosos de fe y amor han prevalecido siempre sobre la tragedia porque luego de "unas lágrimas" se da paso a “la felicidad eterna”.
Aquí nada de eso ocurre. Hay parlamentos leídos casi con bostezo por el elenco, que por lo demás, esta muy irregular. Santa Cruz no convence como un reo arrepentido, mientras Johan Mendoza sólo derrocha simpatía y nada más. Dentro del elenco destaca Tatiana Espinosa como Elvira, Jenny Hurtado como Palmira y la siempre destacable Haydeé Cáceres. Dos líneas para Oscar López Arias que en su breve actuación sigue mostrando gran solvencia actoral y Milagros Pedreschi que en cada miniserie gusta más.
En la historia de amor entre Dimas y Yolanda (Patricia de la Fuente) no hay tal química que posibilite una identificación con los personajes. Y, lástima porque a partir de ahí comienzan los conflictos paralelos del que sólo provoca un poco de interés, la historia de Palmira, puesto que las historias de las otras vecinas dejan mal paradas a Mayela Lloclla y Magdyel Ugaz, en una actuación para el olvido.
Se nos ocurre pensar que Michelle Alexander, antes de que escriba el guión Eduardo Adrianzén, le haya solicitado incidir más en Johan Mendoza y por ello existen escenas tan inverosímiles como ver que un niño de catorce años salga mal parado, en una pelea callejera, ante "el poderoso" Mendoza que encima de todo es más pequeño en estatura y en edad, además con unos golpes de niños de escuela inicial que causan sonrisa por su irregularidad, y ni que decir de los parlamentos publicitarios que ya son "pan de cada día" en todas las miniseries.
Esta bien querer ganar un poquito más de dinero. Pero si al principio, como en “Las Vírgenes de la cumbia” gustaban sus originales insertos publicitarios. Esto ya llegó al hartazgo y ya comienzan a molestar a los televidente esos impertinentes “cherrys publicitarios” como de ese banco que nos quiere hacer creer que "presta su dinero a las más bajas tasas de interés". Está bien que se necesita una mejor inyección de capital, pero si se quiere lograr la exportación de nuestras series debemos evitar los fastidiosos “cherrys publicitarios” que francamente ya disgustan a los televidentes y son tan localistas como ridículos.
“Pide un milagro” es una historia más, poco convincente y muy irregular y eso se refleja en los índices de sintonía donde mantiene su continua irregularidad. Lo mejor de todo lo constituye esa salsa de Willy Rivera que se luce como tema principal de la serie. Esperemos más cosas, tanto de Michelle Alexander como de Eduardo Adrianzén para bien de nuestras producciones locales. Y, a seguir apoyando a nuestra producción nacional.
Es así que tenemos “Pide un milagro”, una historia que tiene como referencia el aspecto religioso del pueblo peruano hacia nuestro Cristo Morado. Aquí el referente principal es la devoción y la fe que embarga a los inquilinos de un barrio popular limeño, cada uno con sus propios problemas, sin embargo mediante el rezo y el amor a nuestro Cristo de Pachacamilla, verán realidad sus ruegos y suplicas y todo gracias a "ese milagro" que nos ofrece nuestro Santo Moreno.
La historia escrita por Eduardo Adrianzén se centra en la vida de un hombre que busca su redención y en la repercusión que su actuar ejerce en las personas que lo rodean.
Dimas (Rafael Santa Cruz) es un ex presidiario que luego de veinte años sale de nuevo a las calles en busca de su sobrevivencia sin imaginar que su familia, ni la sociedad querrán volver a aceptarlo. Un robo que tratará de perpetrar lo llevará a conocer la gracia del Cristo Moreno y, por la fe, su vida dará un nuevo giro. En su afán de buscar a su hermana (Tatiana Espinosa) conocerá de casualidad al pequeño Josué (Johan Mendoza) quien luego de muchos entretelones, con su cariño y amistad, se ganará el amor del que se convertirá después en su padre putativo.
Pues bien estamos ante "la versión religiosa" de “Camote” y “Paquete” (los personajes de la anterior miniserie llamada “Camino a casa”) y al igual que la anterior producción el peso de la historia lo tiene el pequeño Johan Mendoza destacado como toda “una celebridad”, pero al que sería bueno darle una clase más de actuación y dicción, porque el niño si bien derrocha simpatía no convence del todo.
Adrianzén nos entrega una historia de gente común y corriente que vive en cualquier zona del Centro de Lima, con esa costumbre tan innata en “los barruntos limeños” donde las vecinas conflictivas, el chismorreo popular, el tráfico de drogas, el desenfreno juvenil, son entre otras, las características más comunes de los barrios populares. Sin embargo Adrianzén no convence en sus primeros capítulos al entregarnos una historia demasiado alargada, más como para una telenovela que para una serie de veinte o treinta capítulos. La historia no profundiza de arranque en la trama principal sino se dedica a mostrar las características de cada una de las familias del barrio, lo que la hace pesada y hasta tediosa.
Para colmo Adrianzén nos ofrece una versión peruana de “Los miserables” de Víctor Hugo, con el que permite que Dimas conozca la gracia del Cristo Moreno. Sin embargo su escena de arrepentimiento con el padre Edmundo (Fernando Farrés) es de lo más simplista. Y no llega siquiera, a compararse un poco, con esa fuerza literaria que posee el Jean Valjean de Víctor Hugo.
Conforme transcurren los capítulos el público ya adivina el desenlace de cada personaje, que son utilizados una y otra vez en producciones de este tipo. Recordamos una serie llamada “Mi Barrio” estelarizada por Jorge Montoro y que seguramente casi nadie recuerda pues fue sacada a los tres o cuatro capítulos de emitido, por Panamericana Televisión, debido a su bajo rating. Pues bien desde aquella época de los setenta ya se hacían argumentos de ese tipo y que seguramente también se han utilizado en nuestra época dorada, allá por los sesenta. Así que nada nuevo nos ha traído esta producción, ya que por años, los temas de “barrio” se resumen en dos líneas puntuales: tragedia y felicidad. Y para ello hay que conjugar bien las historias, que aporten interés y hasta un poco de lágrimas, pues los temas religiosos de fe y amor han prevalecido siempre sobre la tragedia porque luego de "unas lágrimas" se da paso a “la felicidad eterna”.
Aquí nada de eso ocurre. Hay parlamentos leídos casi con bostezo por el elenco, que por lo demás, esta muy irregular. Santa Cruz no convence como un reo arrepentido, mientras Johan Mendoza sólo derrocha simpatía y nada más. Dentro del elenco destaca Tatiana Espinosa como Elvira, Jenny Hurtado como Palmira y la siempre destacable Haydeé Cáceres. Dos líneas para Oscar López Arias que en su breve actuación sigue mostrando gran solvencia actoral y Milagros Pedreschi que en cada miniserie gusta más.
En la historia de amor entre Dimas y Yolanda (Patricia de la Fuente) no hay tal química que posibilite una identificación con los personajes. Y, lástima porque a partir de ahí comienzan los conflictos paralelos del que sólo provoca un poco de interés, la historia de Palmira, puesto que las historias de las otras vecinas dejan mal paradas a Mayela Lloclla y Magdyel Ugaz, en una actuación para el olvido.
Se nos ocurre pensar que Michelle Alexander, antes de que escriba el guión Eduardo Adrianzén, le haya solicitado incidir más en Johan Mendoza y por ello existen escenas tan inverosímiles como ver que un niño de catorce años salga mal parado, en una pelea callejera, ante "el poderoso" Mendoza que encima de todo es más pequeño en estatura y en edad, además con unos golpes de niños de escuela inicial que causan sonrisa por su irregularidad, y ni que decir de los parlamentos publicitarios que ya son "pan de cada día" en todas las miniseries.
Esta bien querer ganar un poquito más de dinero. Pero si al principio, como en “Las Vírgenes de la cumbia” gustaban sus originales insertos publicitarios. Esto ya llegó al hartazgo y ya comienzan a molestar a los televidente esos impertinentes “cherrys publicitarios” como de ese banco que nos quiere hacer creer que "presta su dinero a las más bajas tasas de interés". Está bien que se necesita una mejor inyección de capital, pero si se quiere lograr la exportación de nuestras series debemos evitar los fastidiosos “cherrys publicitarios” que francamente ya disgustan a los televidentes y son tan localistas como ridículos.
“Pide un milagro” es una historia más, poco convincente y muy irregular y eso se refleja en los índices de sintonía donde mantiene su continua irregularidad. Lo mejor de todo lo constituye esa salsa de Willy Rivera que se luce como tema principal de la serie. Esperemos más cosas, tanto de Michelle Alexander como de Eduardo Adrianzén para bien de nuestras producciones locales. Y, a seguir apoyando a nuestra producción nacional.
Comentarios
Ojalá en este tiempo puedan sacar series así.