LA HIJA DEL MARIACHI: EL AMOR DICHO ENTRE CANCIONES
Lima, 30 Junio 2009, (Richard Manrique Torralva / El Informante Perú).- Nos deja “La hija del mariachi” y sin haber aún finalizado su emisión ya la extrañamos. Sencillamente porque echaremos de menos sus diálogos sabrosos e inteligentes, el sentimiento y romance que se percibe a lo largo de todos sus capítulos y sobretodo esa bella selección de canciones de nuestro mero México, aquel país que hoy parece haber perdido ese sentimiento dejado por grandes como Pedro Infante y Jorge Negrete que se convirtieron en íconos de la cultura iberoamericana. Ese sentir hoy perdido, en las producciones mexicanas, que creen que lo “viejo” es sinónimo de antigüedad y fuera del gusto popular. Eso, lo rescata esta producción colombiana que le da una lección a Televisa, Telemundo, Azteca y tantos más que sólo copian y producen remakes sin ninguna pizca de originalidad. Aquí los productores colombianos piden “prestado” ese sentir mexicano y nos presentan una historia muy bien combinada que no desentona en ningún momento porque está hecho con gracia, sentimiento y originalidad, algo que siempre pedimos en esta columna porque las grandes corporaciones sólo ofrecen más de lo mismo y sin ninguna pizca de innovación literaria. Sin duda, en “La hija de mariachi”, hay mucho que comentar porque ha resultado ser una producción muy bien realizada e innovadora para este género, tan venido a menos últimamente.
LA HISTORIA
Emiliano Sánchez Gallardo (Mark Tacher) lo tiene todo, hasta que por la traición de sus amigos que utilizan su empresa para el blanqueo de capitales sin que él lo sepa, se ve obligado a huir de Méjico, su país, y de su casa y desprenderse de todo lo que hasta entonces había sido su mundo.
Por una cadena de circunstancias desafortunadas recala en Bogotá, donde todavía no se han acabado sus desdichas, ya que es asaltado y golpeado. En el asalto le roban también sus papeles y dinero por lo que se queda atrapado en Colombia, perseguido por la INTERPOL por un delito que no cometió, sin amigos ni conocidos, y sin medio de subsistencia posible, pero por casualidad, en un bar de mariachis en el centro de Bogotá, el bar “Plaza Garibaldi” conoce a Rosario Guerrero, (Carolina Ramírez), una cantante de rancheras, hija de un mariachi pendenciero y bebedor, que se convierte en su ángel guardián.
La amistad que surge entre ellos transformará completamente sus vidas. Él se cambia de nombre por el de Francisco Lara y recibe incrédulo la solidaridad desinteresada de Rosario, un sentimiento escaso en el mundo de riqueza en donde ha transcurrido su vida. Gracias a ella, logra sobrevivir como cantante en el bar Plaza Garibaldi, a pesar de no caerle bien, al principio, al líder de los mariachis, el celoso y mujeriego Manuel, “el Coloso de Jalisco” (Gregorio Pernía en buena actuación); mientras elude la celosa persecución de la INTERPOL y de la policía en Colombia y México. Pero, sobre todo, descubre a través de su mundo, la extendida influencia de la cultura mexicana en Colombia, y encuentra en Rosario al gran amor de su vida.
LA HISTORIA
Emiliano Sánchez Gallardo (Mark Tacher) lo tiene todo, hasta que por la traición de sus amigos que utilizan su empresa para el blanqueo de capitales sin que él lo sepa, se ve obligado a huir de Méjico, su país, y de su casa y desprenderse de todo lo que hasta entonces había sido su mundo.
Por una cadena de circunstancias desafortunadas recala en Bogotá, donde todavía no se han acabado sus desdichas, ya que es asaltado y golpeado. En el asalto le roban también sus papeles y dinero por lo que se queda atrapado en Colombia, perseguido por la INTERPOL por un delito que no cometió, sin amigos ni conocidos, y sin medio de subsistencia posible, pero por casualidad, en un bar de mariachis en el centro de Bogotá, el bar “Plaza Garibaldi” conoce a Rosario Guerrero, (Carolina Ramírez), una cantante de rancheras, hija de un mariachi pendenciero y bebedor, que se convierte en su ángel guardián.
La amistad que surge entre ellos transformará completamente sus vidas. Él se cambia de nombre por el de Francisco Lara y recibe incrédulo la solidaridad desinteresada de Rosario, un sentimiento escaso en el mundo de riqueza en donde ha transcurrido su vida. Gracias a ella, logra sobrevivir como cantante en el bar Plaza Garibaldi, a pesar de no caerle bien, al principio, al líder de los mariachis, el celoso y mujeriego Manuel, “el Coloso de Jalisco” (Gregorio Pernía en buena actuación); mientras elude la celosa persecución de la INTERPOL y de la policía en Colombia y México. Pero, sobre todo, descubre a través de su mundo, la extendida influencia de la cultura mexicana en Colombia, y encuentra en Rosario al gran amor de su vida.
Dicho sentimiento es también correspondido, porque ella también conoce el amor gracias a Emiliano. Con él empiezan a encajar en su mente y en su alma las piezas sueltas de lo que ha sido su vida. Los momentos más felices, y también los más dolorosos de la vida de Rosario, están relacionados con el recuerdo de su padre. Un cantante de rancheras, bohemio y apasionado, un hombre entrañable que arriesgó su vida y llenó de tristeza la de su familia, porque le ganaron las noches de trabajo, el licor y las mujeres. En ese esfuerzo desesperado por borrar el recuerdo de una infancia turbulenta, Rosario lucha por convertirse en Administradora de Empresas.
A pesar de la tristeza, la imagen de su padre está ligada a la alegría y a la pasión, por eso conserva como una reliquia su atuendo de mariachi. Un vestido sin dueño, un dolor que sólo se desvanece cuando Rosario, sin pretenderlo, se enamora de Francisco Lara (Emiliano) y le presta ese traje para que él pueda cantar en el bar Plaza Garibaldi.
Es así, que Emiliano Sánchez Gallardo, miembro de una de las familias más poderosas de México, nunca se imaginó que terminaría convirtiéndose en el cantante de un bar de música mexicana, de mediana categoría, en la capital colombiana. Creyó que su situación jurídica en México se aclararía en pocas semanas, y por eso nunca le contó la verdad a Rosario quien, con el correr de los capítulos, se convierte en el amor de su vida, a pesar de los obstáculos que se le presentan, como la oposición de sus padres, Roberto y Gabriela, (reapareciendo en el mundo de las telenovelas el gran Guillermo Murray junto a Paloma Woolrich), mientras el implacable Comandante Leonardo Salas junto a la Teniente, Guadalupe Morales, (siempre eficiente el gran Daniel Lugo junto a Alpha Acosta), quienes poco a poco les van siguiendo los pasos.
DRAMA Y ROMANCE ENTRE CANCIÓN Y CANCIÓN
Por años, en muchos países de habla hispana, las rancheras mexicanas han formado parte importante de nuestro sentir diario. Uno al escuchar una ranchera, inmediatamente evoca a Pedro Infante, Jorge Negrete, Luis Aguilar, Miguel Aceves Mejía y tantos grandes de la época de oro del cine mexicano. En el Perú son muchos los cantantes rancheros que se ganan la vida tocando “Ay Jalisco, no te rajes”, “Juan Charrasqueado”, “El Jarabe tapatío” y tanto más interpretados por aquellos hombres de grandes sombreros que irrumpen en las bodas o en las serenatas a nuestros abuelos o padres, que en su mayoría parecerían ser sólo a ellos a quien les gusta este tipo de canciones. Es por ello, que Mónica Agudelo quien es la responsable de este ingenioso guión toma como base ese sentimiento y ese sentir por lo mexicano que también se percibe en Colombia y muestra una historia de amor que nace en aquel inolvidable bar de la Plaza Garibaldi.
Agudelo aprovecha ese gusto popular por las rancheras y cuenta una historia de amor entre un fugitivo de la justicia y una humilde cantante también narrado que incluye los clásicos clichés de las telenovelas de hoy en día, vale decir la diferencia de clases, la ambición mundana, el compañerismo, la traición, toda esta gama de valores y defectos que debe existir en medio del romance entre un mexicano y una colombiana utilizando la música ranchera que ayuda en mucho a transmitirnos ese sentir por el romance y la pasión que tanto se percibía en aquellas viejas películas de los años 40.
Agudelo rinde un homenaje al folklore mexicano pero el localismo va por dentro porque Emiliano está en Colombia, come potajes colombianos, se pasea por aquellas ciudades colochas, pero su sentir y su sentimiento están en México porque sus mismos compañeros le recuerdan a través de sus canciones o del dichoso tequila, que su México siempre está presente, e incluso su romance con Rosario, entre peleas y besos, viene precedido por rancheras y pisco al más puro estilo ranchero.
Pero Agudelo no olvida que su historia tiene que tener el romance necesario con que enganchar a los televidentes y de arranque atrapa a los que gustan del género, desde el primer capítulo, con el clásico sentir romántico que conquista a los televidentes. Como es el encuentro entre Rosario y Emiliano en la puerta del bar. Cuando Leticia (Diana Angel), le dice a Rosario que pronto alguien llegará a su puerta y le tocará el corazón. Es allí donde inmediatamente conoce a Francisco Lara (ex Emiliano) quien pide ayuda en aquel bar que le cambiará su vida. Esa escena plantea de arranque el romance y la química actoral entre los protagonistas, como cuando Cristina conoce a Luis Alfredo en “Cristal” (RCTV-1985), cuando Yesenia conoce a Oswaldo (Yesenia-Telesistemas Mexicanos- 1970) y hasta cuando Mariana conoce a Luis Alberto en “Los ricos también lloran" (Televisa-1978).
Ni Mark Tatcher ni Carolina Ramírez ofrecen actuaciones descollantes, pero ello poco importa porque su romance traspasa la pantalla y ¿saben porqué? Simplemente porque su historia de amor renace a través de los compases de “Si nos dejan”, “Que bonito amor”, "Cucurrucucu Paloma", "Lagrimas negras", "Usted", “Contigo aprendí” y tantos clásicos más. Hay capítulos en que las canciones sobrepasan a los diálogos, pero el público le sigue siendo fiel precisamente por esa diferenciación que existe en la trama y es que las canciones son las que marcan la pauta al romance.
Ahora el hecho que las actuaciones de sus protagonistas no sean descollantes no quiere decir que estas pasen desapercibidas, porque Mark Tacher luce muy bien en su rol, a pesar de ser blanco y rubio, porque logra que nos creamos que es un mero macho mexicano, bebiendo por amor y golpeando por defender a su amada. Agudelo crea el perfil del personaje pensando, seguramente, en Jorge Negrete cuando interpretaba a Salvador “el ametralladora” en “Ay, Jalisco no te rajes” y hasta pensamos que, también, lleva en mente al personaje de Pedro Infante en “Los tres García”. Porque este Francisco Lara tiene todo de “sus maestros” y Tacher lo recrea estupendamente. Pensar que actualmente, México lo ha recibido, pero como “segundón” en esa desastrosa e intrascendente historia llamada “Verano de amor” (Televisa-2009). Tacher tranquilamente puede sobrepasar a cualquier galán que sólo muestra músculos y sonrisas, pero nada de intelecto actoral. Pero que va, así es Televisa.
De Carolina Ramírez, diremos que es una buena actriz que logra compenetrarse con su papel de heroína romántica, sin falsos pudores, tiene el estilo para convencernos cuando es una romántica apasionada y cuando es caprichosa e implacable. No llega a la altura de las grandes de siempre, pero sufre como Verónica Castro, ama como Lucía Méndez y se entrega como Fanny Cano y eso de por sí, es muy meritorio. Las mejores escenas de este dúo son los potpurrís, entre canción y canción, donde dejan entrever sus diferencias y sus reconciliaciones. Eso que tanto plasmaba excelentemente, en sus escenas, Pedro Infante, en cada una de sus películas.
La producción ha logrado contar con un elenco de actores que no desentona en lo absoluto, destacando el siempre eficiente Daniel Lugo junto a la simpática Alpha Acosta, quien reaparece en nuestra pantallas, con algunos kilitos demás. A Alpha, los peruanos la recordamos mucho por “Morelia” producción que los Crousillat hicieron en Miami y que era una versión más de “María de nadie” (Argentina-1985) cuyo original fue “La Zulianita” (Venevisión-1977).
Pero el que se lleva las palmas es Gregorio Pernía muy bien como “El Coloso”, malo en potencia, cuando quiere, insoportable cuando se lo propone y hasta “sentimentalón” como cuando llora en aquella memorable escena al ver a su hijo cantar “Mi Viejo” en ritmo ranchero.
Agudelo aprovecha ese gusto popular por las rancheras y cuenta una historia de amor entre un fugitivo de la justicia y una humilde cantante también narrado que incluye los clásicos clichés de las telenovelas de hoy en día, vale decir la diferencia de clases, la ambición mundana, el compañerismo, la traición, toda esta gama de valores y defectos que debe existir en medio del romance entre un mexicano y una colombiana utilizando la música ranchera que ayuda en mucho a transmitirnos ese sentir por el romance y la pasión que tanto se percibía en aquellas viejas películas de los años 40.
Agudelo rinde un homenaje al folklore mexicano pero el localismo va por dentro porque Emiliano está en Colombia, come potajes colombianos, se pasea por aquellas ciudades colochas, pero su sentir y su sentimiento están en México porque sus mismos compañeros le recuerdan a través de sus canciones o del dichoso tequila, que su México siempre está presente, e incluso su romance con Rosario, entre peleas y besos, viene precedido por rancheras y pisco al más puro estilo ranchero.
Pero Agudelo no olvida que su historia tiene que tener el romance necesario con que enganchar a los televidentes y de arranque atrapa a los que gustan del género, desde el primer capítulo, con el clásico sentir romántico que conquista a los televidentes. Como es el encuentro entre Rosario y Emiliano en la puerta del bar. Cuando Leticia (Diana Angel), le dice a Rosario que pronto alguien llegará a su puerta y le tocará el corazón. Es allí donde inmediatamente conoce a Francisco Lara (ex Emiliano) quien pide ayuda en aquel bar que le cambiará su vida. Esa escena plantea de arranque el romance y la química actoral entre los protagonistas, como cuando Cristina conoce a Luis Alfredo en “Cristal” (RCTV-1985), cuando Yesenia conoce a Oswaldo (Yesenia-Telesistemas Mexicanos- 1970) y hasta cuando Mariana conoce a Luis Alberto en “Los ricos también lloran" (Televisa-1978).
Ni Mark Tatcher ni Carolina Ramírez ofrecen actuaciones descollantes, pero ello poco importa porque su romance traspasa la pantalla y ¿saben porqué? Simplemente porque su historia de amor renace a través de los compases de “Si nos dejan”, “Que bonito amor”, "Cucurrucucu Paloma", "Lagrimas negras", "Usted", “Contigo aprendí” y tantos clásicos más. Hay capítulos en que las canciones sobrepasan a los diálogos, pero el público le sigue siendo fiel precisamente por esa diferenciación que existe en la trama y es que las canciones son las que marcan la pauta al romance.
Ahora el hecho que las actuaciones de sus protagonistas no sean descollantes no quiere decir que estas pasen desapercibidas, porque Mark Tacher luce muy bien en su rol, a pesar de ser blanco y rubio, porque logra que nos creamos que es un mero macho mexicano, bebiendo por amor y golpeando por defender a su amada. Agudelo crea el perfil del personaje pensando, seguramente, en Jorge Negrete cuando interpretaba a Salvador “el ametralladora” en “Ay, Jalisco no te rajes” y hasta pensamos que, también, lleva en mente al personaje de Pedro Infante en “Los tres García”. Porque este Francisco Lara tiene todo de “sus maestros” y Tacher lo recrea estupendamente. Pensar que actualmente, México lo ha recibido, pero como “segundón” en esa desastrosa e intrascendente historia llamada “Verano de amor” (Televisa-2009). Tacher tranquilamente puede sobrepasar a cualquier galán que sólo muestra músculos y sonrisas, pero nada de intelecto actoral. Pero que va, así es Televisa.
De Carolina Ramírez, diremos que es una buena actriz que logra compenetrarse con su papel de heroína romántica, sin falsos pudores, tiene el estilo para convencernos cuando es una romántica apasionada y cuando es caprichosa e implacable. No llega a la altura de las grandes de siempre, pero sufre como Verónica Castro, ama como Lucía Méndez y se entrega como Fanny Cano y eso de por sí, es muy meritorio. Las mejores escenas de este dúo son los potpurrís, entre canción y canción, donde dejan entrever sus diferencias y sus reconciliaciones. Eso que tanto plasmaba excelentemente, en sus escenas, Pedro Infante, en cada una de sus películas.
La producción ha logrado contar con un elenco de actores que no desentona en lo absoluto, destacando el siempre eficiente Daniel Lugo junto a la simpática Alpha Acosta, quien reaparece en nuestra pantallas, con algunos kilitos demás. A Alpha, los peruanos la recordamos mucho por “Morelia” producción que los Crousillat hicieron en Miami y que era una versión más de “María de nadie” (Argentina-1985) cuyo original fue “La Zulianita” (Venevisión-1977).
Pero el que se lleva las palmas es Gregorio Pernía muy bien como “El Coloso”, malo en potencia, cuando quiere, insoportable cuando se lo propone y hasta “sentimentalón” como cuando llora en aquella memorable escena al ver a su hijo cantar “Mi Viejo” en ritmo ranchero.
Como se puede observar, todo gira en base a la estupenda selección de canciones y ese es el mérito de la libretista, haber "jugado" con esas rancheras de oro, muchas de ellas, de antaño y haberlas revivido a nuestros tiempos. Como bien lo dicen nuestros padres, las buenas canciones así pase el tiempo siempre reviven en el gusto popular tanto para adultos como para adolescentes. Queda comprobado ello, observando, “La hija del mariachi” con una muy buena ambientación, un vestuario de primera y unos diálogos brillantes en las que abundan las groserías y los insultos que felizmente aquí no han llegado censuradas como si lo fue en los Estados Unidos (¡Cuando no!) en la que hubo incluso una versión especial cortada y mutilada en la que los “carajo, cabrón o pinche” fueron mutiladas por los rigurosos censores todo en la más mera hipocresía de los que se dicen moralizadores.
Es un original guión basado en el romance fantasioso y hasta poco creíble, pero realizado entre canción y canción, basados en aquellos temas que seguramente si eres adulto, la habrás sentido, pero si eres adolescente el efecto habrá sido mayor porque en medio del rap, el pop y tantos ritmos juveniles del momento, el escuchar estas melodías llenas de amor que, seguramente, tú creías pasadas de moda ha posibilitado aquello de que ningún tiempo pasado fue mejor además de haber levantando la historia, creando interés por la trama y placer por escuchar esas inmortales melodías.
Hace unos días, escuchábamos en “Un gancho al corazón” (Televisa-2009) una serenata con mariachis, tan mal llevado, sin gracia y estilo, que provocaba cambiar de canal. Y pensábamos ¿Qué pasaría si Televisa produce esta historia?. A nosotros nos produce curiosidad saber que pueden hacer los mexicanos con un guión que necesariamente busca engrandecer su música. Si lo producen y lo hacen mal quedarán en ridículo porque es necesario que comprendan los productores aztecas que con la llegada del internet muy pocas producciones pueden ser pasadas por alto. Los colombianos han logrado un éxito internacional en varios países con una historia que debería ser producida por México y no por Colombia. Y ese es otro reconocimiento para la televisión colombiana.
Por cierto, el mérito es mayor cuando vemos que ninguno de los actores canta y que utilizan tan eficientemente ese dichoso play back utilizado por los mexicanos allá por los ochenta para esconder a sus grupetes que salían prefabricados y hasta se atrevían a actuar en televisión y del que ahora muchos fans, en el mundo, ni recuerdan a esos falsos cantantes que alguna vez tuvieron su cuarto de hora de fama.
Es por ello que debemos felicitar a las voces originales de las canciones interpretadas en la telenovela que pertenecen a la cantante y actriz Adriana Botina, Jairo del Valle y Alejandro Scarpeta. Este particular grupo de mariachis creó un divertido cancionero que incluyó las mejores canciones del sentir mexicano. Culmina “La hija del mariachi” una historia bien elaborada con diálogos ingeniosos y una música bien escogida e interpretada que saco “de sus casillas” a los muchos románticos de siempre. La historia del fugitivo que vivió de amor llega a su final. Ese “Richard Kimble” mexicano que se paseó por toda Colombia y que conquistó a las mayorías con su historia. Sin duda, es una de las mejores telenovelas de la temporada y el público lo ha percibido así. ¡Salud, por ello!, mi cuate.
Comentarios
eso nos falta en francia
detalle.