Rubí (2020): un flashback discreto
Lima, 31 Julio 2020, (Por: Richard Manrique Torralva / El Informante Perú).- Semanas atrás, la audiencia peruana tuvo la oportunidad de ver, por enésima vez, una nueva repetición de 'Rubí' (telenovela protagonizada por Bárbara Mori), con una sintonía aceptable (su capítulo final fue tendencia en el Perú).
De esta manera, se ponía de manifiesto que a los televidentes nunca les cansa ver una buena producción y la historia del José Alberto Castro, tuvo más virtudes que defectos; a tal punto que el año de su estreno, en nuestro país, (2004) fue considerada la mejor telenovela del año, logrando igualar las preferencias, tanto en sintonía como en crítica, con otro clásico estrenado durante esa temporada como lo fue 'Pasión de Gavilanes'.
Y ¿por qué el recuerdo? Tuvimos la oportunidad de ver los capítulos completos de la nueva versión del personaje que creara Yolanda Vargas Dulché y que la convirtiera en suceso inmediato Fany Cano. Décadas después, Bárbara Mori protagonizó y reactualizó, con éxito, la historia (a estas alturas, nadie evoca a Salma Hayek quién también tuvo esa oportunidad).
Mientras esto sucedía en el Perú, coincidentemente, en México finalizó la emisión de la tercera ‘mini’ telenovela de la fallida franquicia ‘Fábrica de sueños’, (notaran que ya no la llaman así, desde que Televisa canceló el proyecto), con más críticas que halagos. Increíblemente cierta prensa latina se deshizo de 'elogios' cuando se emitió el capítulo final en Estados Unidos a través de Univisión. Seguramente para contrarrestar un futuro desastre y una posible andanada de críticas, como así ocurrió, queriendo darle una importancia que no la tenía.
Rubí (2020)
La historia original de Yolanda Vargas Dulché es protagonizada por Camila Sodi, José Ron y Rodrigo Guirao. El guión pertenece a Leonardo Padrón y la coadaptación a Vicente Albarracín, Carlos Eloy Castro y Karla Saínz de la Peña.
La historia
En las afueras de la ciudad, casi en un desolado lugar, llega una periodista muy joven (Ela Velden) quién busca a una misteriosa mujer de nombre Rubí Pérez Ochoa (Camila Sodi). Carla Rangel, la periodista, ha logrado contactar con esta señora y decide hacer un reportaje sobre su vida. Es así que Rubí decide contar su pasado. Cómo fue que una joven universitaria, muy bella de cuerpo y rostro, utiliza sus atributos físicos para seducir a los hombres más acaudalados y obtener beneficio propio. La pobreza que la rodea hace que Rubí se convierta en una mujer ambiciosa capaz de utilizar lo que esté a su alcance para lograr sus propósitos. Ella tiene una mejor amiga llamada Maribel de la Fuente (Kimberly Dos Ramos en buena actuación), a quien envidia por ser millonaria y tener una mansión lujosa. Maribel tiene una discapacidad en la pierna, pero su bondad y ternura le permite llevar una vida tranquila al lado de su novio Héctor Ferrer Garza (Rodrigo Guirao), un famoso arquitecto de renombre en México y España.
En una reunión concertada, Rubí conoce a Héctor y también al amigo de éste, Alejandro Cárdenas (José Ron) de quién se enamora, pero a la que pronto abandona debido a que no cuenta con el dinero y la posición de Héctor, a quien termina seduciendo.
Versión muy limitada
La verdad, manteníamos la esperanza que esta corta versión de 26 capítulos iba a satisfacer las expectativas, en especial, porque a cargo del guión, vale decir la adaptación, estaba Leonardo Padrón un buen escritor venezolano, hoy laborando en México. Fue todo lo contrario.
Muy pocos aportes narrativos al libro original con que engrandecer y lograr el interés del televidente. Padrón, muy experimentado en estos temas, nunca pudo consolidar un buen libreto, tal vez, por el limitado número de capítulos que impedía ofrecer un mejor giro novelístico a la trama.
En verdad, reiteramos lo dicho con referencia a las anteriores irregulares producciones que antecedieron a esta versión de ‘Rubí’: ¿A quién se le puede ocurrir presentar estos clásicos en tan cortos capítulos, so pretexto de rendirles ‘homenajes’?
Esta versión transcurre en dos tiempos; el presente y el pasado, lo que trasluce una muy buena edición entre escena y escena. El problema es que los diálogos son tan pausados como su trama misma, mayormente compuesta por una lenta visualización de los hechos de manera dispar. Por un lado, se observa una exageración extrema en la personalidad de algunos personajes, convierten a Héctor en un psicópata excesivo sin una justificación lógica que sustente dicho desvarío (se entiende que por sus cortos capítulos se obvie los detalles), y por otro presentan escenas ‘dramáticas’ que por su contexto, si se explotaran mejor, nos podían sacar de ese ‘letargo visual’, pero la somnolencia continúa (la muerte de la madre de Rubí resulta una escena insoportablemente trivial y hasta irritante).
Parece que regresamos a los primeros años de las telenovelas, lo curioso es que la lentitud extrema observada, en la mayoría de producciones de esos años, era mínima gracias a los intensos diálogos donde el talento actoral muchas veces aportaba al desarrollo y la construcción de las escenas mostradas. Por eso Fanny Cano brilló como Rubí, era la protagonista ideal que traslucía no sólo coquetería y seducción, también ambición, egoísmo y maldad. Un problema con esta nueva versión, no sólo constituye el irregular aporte de los actores, sino su exasperada calma melodramática. Si esa era la lógica, por lo menos un mejor casting hubiera salvado la historia. Aquí terminan convirtiendo a Rubí en una supuesta alma arrepentida de sus actos. Donde quiera que esté, como renegara Vargas Dulché al ver en qué convirtieron su obra.
Al ver esta versión llegamos a la conclusión el gran acierto que tuvo el ‘güero’ Castro en modernizar la historia y adaptarla a nuestro tiempo utilizando todo lo que la técnica ponía a su alcance convirtiendo su historia, a la par con la versión de 1968 (las dos mejores adaptaciones realizadas). Este fallido proyecto de repasar clásicos de telenovelas en cortos episodios tiró por la borda todo el buen recuerdo que tenemos, todos, sobre estos títulos jamás olvidados.
Es cierto, con la llegada del Internet, los televidentes de todo el mundo (no sólo los mexicanos) pudimos observar una y otra vez estas historias que, con el paso de los años, se volvieron insuperables. Y, ojo, no sólo en la televisión virtual, uno la puede observar sin aburrirse. También en señal abierta. El gran ejemplo ocurrió hace poco, en la televisión peruana, donde se volvió a emitir, la versión del 2004 de ‘Rubí’, en horario de la tarde y la audiencia fue aceptable.
Increíble como se ha desperdiciado, una buena oportunidad, en acercarnos, a la historia con talento y creatividad (libreto, casting, realización). Y esto no es de ahora, viene de tiempo atrás. Recuerden cómo la televisión mexicana destruyó una historia como ‘Esmeralda’ (Televisa. 2018), un bodrio realizado con la intención de alejarse de su trama original. Ni que decir, a inicios de este milenio, cuando destruyeron una obra como ‘El derecho de nacer’ (Televisa. 2001), la versión protagonizada por Kate del Castillo.
En cuanto a Camila Sodi no decepciona en demasía, pero tampoco agrada. Su actuación fue discreta por el mesurado libreto y por una mejor preparación (detallista) del personaje. A 'la nueva' Rubí le falta ‘maldad’, Camila imposta, no interpreta; es incapaz de crearle carácter a ese personaje, tan rico en personalidad. Para colmo, el futuro/pasado desvirtúa la historia, imposibilita un mejor desenvolvimiento del personaje. No se siente la presencia de la protagonista, parece una mujer que inventa una historia que sólo pasa en su imaginación. Esta Rubí, luce limitada, carece de mayor atrevimiento, picardía, hasta en sus mayores tormentos amorosos luce inexpresiva. No hay curvas, menos malicia.
La intérprete original de esta historia es una mujer, bella, fría, calculadora, posesiva y malévola. Toda la belleza física resalta tan igual que sus actos negativos. La actriz elegida para este papel debe saber compenetrarse con el personaje. Los productores mexicanos supieron encontrar en Fanny Cano la actriz ideal para el personaje, cuya belleza y expresión facial impactaba en ese glorioso blanco y negro en que fue grabada; ni que decir, Bárbara Mori cuyo cuerpo y color de ojos resaltaba en esas escenas, a color, muy detallistas.
Actores poco aprovechados
La incomprensible narración y la escasa fuerza visual se unieron al flojo desempeño de los actores. Sin duda, un mal casting para unos galanes tan inexpresivos como blandos en sus escenas culminantes. ¿Dónde quedaron esas escenas logradas llenas de tensión y melodrama? Recuerden a Eduardo Santamarina junto a Bárbara Mori en el momento cumbre de la trama (Eduardo ‘se enfrentaba histriónicamente' a Bárbara y juntos derrochaban fuego e intensidad en cada secuencia). Comparen la escena, previa, a la caída de Rubí (versión 2014) con el momento en que Rodrigo se enfrenta a Alejandro en la versión actual (2020) carente de toda lucidez narrativa e inexpresiva en la que se supone es la parte más importante de todo el guión.
Esta producción destapa todas las limitaciones de muchos actores mexicanos que salen adelante en otras producciones gracias a otros aciertos que no son precisamente su talento al actuar. José Ron totalmente perdido como galán. Este libreto no sólo requiere un actor de cara bonita y bíceps prominentes, sino alguien que imprima la fuerza y la expresión adecuada con que plantarse ante una belleza como ‘Rubí’. Un actor como lo fue, por ejemplo, Antonio Medellín quién no necesitó de mayor atributo físico con que destacar en la primera versión de esta historia.
Lo contrario sucede con Rodrigo Guirao, no decepciona pero su personaje está tan llevado al extremo, (recuerda mucho ese tipo de personajes llevados al límite de la locura creados por Valentín Pimstein y luego tomados por otros productores con el propósito de enganchar audiencia), incluso exaspera sobremanera debido a que, en cortos capítulos, uno se le hace imposible no catalogar a este ‘Héctor (versión 2020) como un pobre diablo sin carácter cuya expresión no es la de un benévolo sujeto atrapado por la seducción femenina (según la idea inicial de la escritora). Aquí es un perfecto loco desquiciado y nada más. Recordemos que Sebastián Rulli sobresalía, por la personalidad que supo imprimirle a su personaje. Un buen hombre que sucumbe al deseo y la obsesión hacia aquella mujer que lo convierte en un ser inestable y violento que no olvida, por momentos, esos sentimientos escondidos de lo que un día fue.
Volvamos a Camila Sodi. La forma como es presentada durante el desarrollo del tiempo presente del personaje causa más risa que agrado. Un look desastroso, tras el paso de los años, (la cicatriz en la cara causa más desagrado que espectacularidad) con una peluca propia para una fiesta de disfraces. Por otro lado, Ela Velden ¿reportera? con un marido que parece más maduro que ella (la actriz no puede ocultar aún sus facciones de niña quinceañera que le quitan verosimilitud a una periodista con otro tipo de características.
Los mejores, Kimberly Dos Ramos, muy bien como Maribel. Su romance con Alejandro y el momento en que se queda plantada en la boda, la elevan con respecto a los demás. La habíamos visto constantemente como ‘malvada’. Hoy muestra con soltura su lado ‘bondadoso’ y romántico. Kimberly parece ser ella misma y eso es trabajo y talento actoral que permite convencernos que derrocha bondad, cuando mayormente la hemos visto interpretando personajes, más que malvados. Otro actor que nos agrada es el gran Henry Sakka, desconocido para el público mexicano, fue un buen galán, tercero en discordia en clásicos venezolanos como ‘Topacio’ y ‘Cristal’. Hoy le agrega personalidad y talento al personaje de Boris, creado para esta versión, no figura en el libreto original.
De los demás actores, poco que destacar. Todos desaprovechados. Al pobre Lisardo lo convierten en un ser estático e inexpresivo en toda la historia. Antonio Fortier desastroso como Cayetano, el chofer y compañero sentimental de Cristina (Tania Lisardo). El poco desempeño de Fortier hace extrañar la buena actuación del buen actor Luis Gatica en la versión del 2004.
A propósito cuando la periodista ‘Carla Rangel’ recuerda el episodio de Cayetano no se vislumbra ninguna expresión dramática de esta, hacia el hombre al que, se supone, quería como un padre. Un hecho más que limita el interés hacia esta versión. Por cierto, las relaciones de Rubí con sus otros amantes constituyen momentos totalmente olvidables, la imagen de la protagonista, a punto de ingresar a la realeza española, resulta totalmente intrascendente, alejado del hilo narrativo que debe constituir el complemento dramático con los demás personajes (algo que si tenía las versiones anteriores).
En suma esta Rubí constituye un flashback discreto que sepulta la idea del ‘homenaje a los clásicos’. Contrario a los que algunos piensan, creemos que si se puede volver a realizar este tipo de guiones, pero con talento, ingenio y un buen casting. Nosotros seguiremos admirando las versiones de Bárbara Mori y Fanny Cano hasta que una próxima versión iguale a las mencionadas.
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