Luz de Luna: la hija del cantante


 Culminó "Luz de Luna", tensos momentos en una tierna historia entre un cantante que, tras un fallido amor, encuentra un doble vinculo, el amor a su hija y la llegada de un nuevo romance. No defraudó.

Lima, 13 Enero 2022, (El Informante Perú).- Culmina lo que será la primera temporada de "Luz de luna" una producción muy popular que mantuvo cautivos a muchos televidentes. Michelle Alexander, su productora, no esconde sus preferencias, aquí lo vuelve a demostrar, (protagonista preferido, cumbia como fondo musical incluida radio favorita, enfrentamientos clasistas y actualidad política incluida). No obstante la historia sale adelante por lo efectista y detallista en algunas de sus escenas, su buen complemento actoral y pegajosas canciones unida a una niña amorosa que no desentona en lo absoluto, todo lo contrario. Una realización bien retratada que a continuación comentamos.

Luz de luna es una telenovela peruana producida por Del Barrio Producciones para América Televisión. Está protagonizada por André Silva y Vanessa Silva. Además de Alfonso Santistevan, Liliana Trujillo, Nicolás Galindo y la pequeña Naima Luna.

La historia 

León Zárate (André Silva) es un joven del norte del Perú que llega al distrito de Villa María del Triunfo buscando consagrarse como un gran músico de cumbia, el inicio es complicado, pasa por muchas penurias.

León y su grupo musical encuentran trabajo un restaurante campestre de propiedad del empresario Ciro Mujica (como siempre destacando el gran actor Alfonso Santistevan). Ciro tiene una bella hija de nombre Luna (Vanessa Silva mejor como Luna que interpretando a Alma). Luna y León se enamoran de inmediato. Ella siente atracción por el cantante, rápidamente empiezan una historia de amor al margen de sus diferencias sociales.

Entre el pasado y el presente

Luz de Luna, desde el inicio, nos revela el sufrimiento y posterior asesinato de Luna Mujica quién no puede revelarle el gran secreto que guarda al amor de toda su vida. A partir de allí, la trama se "desdobla" entre un antes y después.

Sin duda, lo pasado y presente permite conocer más a fondo a los personajes, la edición juega un papel importante, nos posibilita la explicación necesaria para saber que ocurrió con la pareja y el por qué todo acabó de esa manera (la muerte de Luna).

Lamentablemente la historia de León contada desde sus inicios y la posterior relación con Luna, termina siendo tan simplista que no acarrea mayor sorpresa. Incluso se revela la trampa en la que cae la pareja planeado por el tercero en discordia “Eus” de Souza (con el correr de los capítulos se complementa bien Nicolás Galindo), la separación de la pareja es de lo "más habitual" en este tipo de guiones (los villanos hacen creer a la muchacha que León le fue infiel durante su viaje a su ciudad natal) ¿Dónde hemos visto eso antes?

No obstante, si la historia concita interés se debe, en parte, al grupo de villanos que conforman este círculo dramático lo que contribuye a que la historia se siga con agrado. Nicolás Galindo como “Eus” de Souza, Miguel Ángel Álvarez como Eusebio de Souza, Gonzalo Molina como Carlos Manrique y, sobre todo, José Luis Ruiz como Rolando “Chubi”, componen un grupo de malosos que elevan la trama.

Historia musical

Luz de Luna tuvo un inicio atractivo. Lo mejor: el antes y después del concierto, ello unido a sus pegajosas cumbias, la tragedia en medio de la música y un romance jamás consolidado. La historia creada en base a un guión del siempre talentoso Yashim Bahamonde basada en una idea de la propia Michelle Alexander funciona por esos tres importantes complementos allí reunidos. Incluso la relación nieta-abuelo pese a no llegar a más, se siente real gracias al carisma y desenvoltura que le imprime la pequeña Naima Luna, muy tierna como "Lucecita".

Se intenta mostrar una historia de superación personal a través de la música como alguna vez se narró en “Néctar en el cielo” (Frecuencia Latina. 2007) u “Ojitos Hechiceros” (Perú. Del Barrio Producciones. 2018), unido al amor fallido que trae consigo la llegada de un nuevo ser ganando atención, desde sus inicios, con el misterioso accidente de la protagonista.

La pareja Mabel y Marvin

Con el correr de los capítulos, crece la figura de Mabel (Daniela Feijoó) quién parecía ser la amante perfecta, la vampiresa que toda historia, de este tipo, debe contar para crear más intensidad a la trama. El giro que tiene el personaje (de vampiresa sin encanto a despechada por amor) fortalece el perfil característico de esta mujer gracias a su gran complemento y química con Marvin (Gustavo Borjas). Ambos mantienen una historia aparte que no desentona para nada, todo lo contrario. La muerte de Marvin en la cárcel, previo al reencuentro con su amada, confirma la buena química entre estos dos actores a quienes ya habíamos elogiado en "Chapa tu combi", curiosamente también formaban pareja en los primeros capítulos de dicha telenovela. (Perú. Del Barrio Producciones.2020).

La canción eleva la escena, (Nano Morris. “No Puedo Vivir Sin Ti”), constituye todo un acierto por donde se observe por el efecto que causa en el público (drama, romance, tragedia). No tiene nada que envidiar al fallecimiento de Graciela en los brazos de Adrián (Esmeralda. Televisa. 1998), la muerte de Armando tras el aparente deceso de Rosario (Pasión de Gavilanes. RTI. 2004), son escenas que muchas veces deciden el futuro de una producción y que encierran el concepto básico de un drama romántico, con el que finalmente se define a la telenovela, los amores imposibles que desgarran a ese público que se compenetra con aquellos personajes secundarios que merecen ser protagónicos por su gran trabajo actoral, carisma en pantalla unido al acierto por contar con un buen guión que los respalda.

A partir de ahí, todo fluye y el interés aumenta, el encierro de León Zárate permite el ingreso “cantado” de Alma Bella (“resucitando Vanessa Silva con otro personaje) una reencarnación de Luna (tan característico en este tipo de telenovelas/series). El guión es aceptado por el público aún conmovido por la partida de Marvin, ya no existen tantas poses en contra por este tipo de giros dramáticos  y es que, aunque estemos en el 2022, si la historia atrapa, como en este caso, nunca tendrá pierde. Desde 1969 cuando Ricardo Blume pasó de padre a hijo en “SimplementeMaría" (Perú. Panamericana Televisión, 1969), este tipo de “sorpresas” dentro del guión han tenido mayor efecto positivo que negativo.  No olvidamos cuando Ana Lucia Domínguez pasó de encarnar a Libia (la hermana fallecida de los hermanos Reyes) para luego convertirla en Ruth Uribe, la hija biológica de Eva Rodríguez, la ama de llaves de los Elizondo. (Pasión de Gavilanes. RTI. 2004).

El otro lado de la moneda lo constituye lo ocurrido en argumentos como el de “Mi Esperanza” (Perú. Del Barrio Producciones. 2018), recuerden tras un inicio prometedor, la historia decae, entre otras cosas, al enterarnos que  Iris, la madre de Esperanza (Jimena Lindo) tiene una hermana gemela. El efecto es todo lo contrario por la irregularidad retratada en un momento de la trama distinto al efecto que causó el ingreso de Alma Bella reemplazando a Luna (y eso aquí, según el libreto, no les une ningún vínculo familiar).

La llegada de Alma

Los seguidores de la historia esperaban el encuentro deseado, el conocer que cambios tendría la actriz, esta vez como abogada. Lamentablemente Vanessa Silva nunca llega a convencernos en su nuevo rol, incluso cuenta con un vestuario tan poco acorde a su actividad profesional, ni siquiera muestra fuerza dramática cuando le toca litigar, mejor estuvo personificando a Luna. Previamente hace su ingreso para participar en algunos capítulos, María Grazia Gamarra. Pese a su limitada participación (colocada sólo para generar la atención y que la trama se centre en un posible nuevo romance para el músico), la actriz sale airosa y hasta nos termina convenciendo (porte, vestuario, experiencia) en que nos encontramos ante una abogada competente. Cuando la trama se centra en un posible encuentro romántico entre Marisabel Baca (así se llama el personaje) y el cantante, uno no puede dejar de evocar “Mi amor, elwachimán” (Perú. Del Barrio Producciones. 2012) debido a que el actor André Silva en dicha producción era el villano de turno. Es sabido que Silva se complementa mejor como un villano desalmado antes que interpretando a un decente cantante.

Sin duda, Vanessa Silva no las tiene todas consigo. Explíquenme el por qué una abogada debe ir en jeans a una audiencia judicial (hasta en eso debemos ser un poco más realistas). Por el lado de André Silva cumple su papel aunque es la historia la que permite a sus protagonistas crecer y ser seguidos con agrado.

La presidencia de la República


Una vez más la productora y los guionistas ingresan el tema político como un conflicto importante dentro del libreto. El buen actor Miguel Álvarez (Eusebio) es el candidato “perfecto” y querido por las masas, pero su pasado lo condena. Esto permite unir a la política con el drama. Tiene como competidor a un Oscar Carrillo quién, como actor invitado, nunca se nos permite ver un “enfrentamiento actoral” entre ambos (suponemos que lo veremos en la segunda temporada). A su lado el interesado abogado, Carlos Manrique (muy bien Gonzalo Molina), el apellido recuerda a otro abogado muy recordado en la historia de las telenovelas, el doctor Manrique Alonso (Luis Abreu) en “Peregrina” (Venezuela. Venevisión. 1975). Lo cierto es que dentro de todo este grupo de talentosos actores el mejor es José Luis Ruiz (Chubi), un chofer cuyos antecedentes delincuenciales resulta ser la mano que ejecuta los crímenes y cuyo pasado sólo lo sabremos en los últimos capítulos de esta primera temporada. Chubi es el mayordomo callado, sumiso, dubitativo, leal; pero a la vez sanguinario, implacable, un asesino “con talento” cuya flaqueza es el amor que siente por Luz que le recuerda esa carencia de amor y afecto que es lo que realmente necesita. Uno evoca a otros mayordomos leales y a la vez implacables (Rina. Televisa. 1975), (El sol sale para todos. Venevisión. 1981). Un gran trabajo de José Luis Ruiz, de los mejores dentro del elenco.

Romance gay


Los tiempos se imponen, es común observar a las parejas homosexuales dentro de una producción nacional o internacional. Aquí Polo (Luis José Ocampo) el mejor amigo de León siente una atracción inicial hacia su mejor amigo, pronto comprende que eso es imposible y termina en los brazos de Fernando (Ítalo Maldonado) con quién consolida su relación. La historia no logra despegar como debiera, los arrumacos lucen forzados sin contar que en tiempos de pandemia la limitada participación de un mayor número de actores dentro del elenco imposibilita mayores conflictos para las historias paralelas y se opta por conflictos mínimos. Lástima porque este tema (tan polémico) merecía una mayor profundidad. A esta parte de la historia se une el pequeño Gabrielito (el hijo de Fernando), no obstante el romance carece de conflictos cotidianos, propios de la vida misma. El romance gay se apaga, el niño comprende la situación de su padre, asiste a un colegio, se va con su madre al interior de este país tan dividido ante un tema que siempre genera conflicto, todo luce correcto, pulcro, nadie se opone a ese romance. Apenas una breve aparición de Carlos Victoria como un vecino homofóbico que los encuentra acariciándose en la calle da señal de un giro que nunca es tal. Para colmo, tampoco hay besos como en otras producciones internacionales (La reina del sur. Telemundo. 2017), (Mi marido tiene familia. Televisa. 2018). Curiosamente todo eso, resta no suma.

El cantante volverá

Luz de Luna agrada, se sigue con interés. Pese a correr sola, no tener competencia y contar con el apoyo de un canal con antena caliente, las historias que presenta Michelle Alexander gozan de la aceptación de los televidentes. Son historias localistas al que se le ha brindado, algunas veces, mejores conflictos. El aplauso va también para el grupo de guionistas con el que cuenta la productora.

El cantante volverá. Claro que sí. Una costumbre propia de los canales y la productora posibilita ese alargue, muchas veces innecesario. Telemundo empezó, a nivel internacional, con esa práctica de prolongar las historias populares y convertirlas en series de varias temporadas. Ahora Televisa también intenta hacer lo mismo. Aquí en el Perú, Michelle Alexander también crea secuelas o temporadas desvirtuando el concepto de lo que significa una telenovela. En un artículo aparte trataremos este tema ahora que se viene, después de 20 años, la continuación de “Pasión de Gavilanes”, todo un despropósito (¡Viva el rating!).

Luz de luna llegó a su aparente culminación con un final extendido, plano, sin escenas efectistas con las que el televidente tenga que esperar hasta su próxima temporada para revelar lo ocurrido. En un medio local el actor André Silva ya había adelantado que la productora decidió darle continuación a la historia. Ante ello, pensábamos que, fiel a su costumbre, Del Barrio Producciones nos tendría un asesinato no deseado, una muerte súbita, algo con que enganchar a los televidentes. Nada de eso ocurrió. La decisión de Chubi (el mejor personaje de todos) y los conflictos no cerrados (el futuro presidencial de Eusebio, la venganza de Manrique y una posible resurrección de Eus) determinan que la historia tendrá una continuación. Eso sí, el hecho que los personajes principales hayan terminado bailando y cantando resultó forzado y hasta innecesario, (¿seguir promocionando la canción?, ¡Por favor!) Uno evoca esas canciones casi completas que colocaban en las secuencia finales de “Natacha” (Perú. Panamericana Televisión. 1990). Si antes era criticado, ahora también. No existe un sentido lógico más que el ganar minutos y concluir una historia que merecía otro cierre y no un “hasta pronto”; mejor hubiera quedado ¿el final? O ¿fin?

En resumen, una historia, con altas y bajas, pero entretenida. ¡Qué vuelva pronto!.



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